Sesma, el pueblo del esparto
Sesma se ha caracterizado por ser el único pueblo espartero de la merindad estellesa,
e incluso se podría generalizar que de toda Navarra. El auge de esta actividad
agraria-industrial tuvo lugar entre 1914, fecha de la fundación del Sindicato de Esparteros,
y la década de los 60, en que la entidad deja de existir debido a los cambios
profundos que se producen en la economía agraria: mecanización, nuevos cultivos
más productivos, como el espárrago, éxodo del obrero agrícola a centros industriales
y urbanos, transformación de la economía nacional, dirigida hacia el crecimiento del
sector secundario y terciario, y a la rápida disminución del sector primario. En esta
etapa reciente de su historia, la gran mayoría de la población sesmera era campesina
y pobre. Es la nota típica de una España agraria de pueblos superpoblados, donde
sobraba mano de obra, debido a la desigual distribución de la propiedad de la tierra.
En este ambiente de penurias, surge la idea de crear un Sindicato de Esparteros por
iniciativa de la Acción Social. A comienzos del siglo XX sólo unas cuantas familias de
Sesma eran esparteras, herederas de una tradición artesanal ancestral, que se
basaba en la transformación de la fibra vegetal, que crecía silvestre en el término
municipal de suelo seco y salobre, y por medio del trabajo manual, fabricar aperos
para caballerías, que eran vendidas en la localidad y pueblos vecinos. El oficio consistía
en recolectar el albardín, majar su fibra, torcer los hilos en sogas y coserlas en
urdideras instaladas en la entrada de las casas o en los establos, con las que elaborar
esteras, serones, alforjas, costaleras, así como toda clase de ramales de uso agrícola.
Los gastos en materia prima o herramienta eran ínfimos, y ello favoreció que los
sesmeros más pobres, los braceros del campo, se dedicaran a esta labor para conseguir
un complemento al jornal.
Sin embargo, la industria espartera no logró elevar en gran medida el nivel de vida de
la población jornalera de Sesma y ello debido a varias razones. A pesar de ser un
proyecto cooperativo, y a que la administración y gestión eran llevadas por los socios,
el Sindicato fue una entidad que no se emancipó nunca de la autoridad del cura, que
actuaba como "supervisor". Durante la etapa de la dictadura franquista, las cuentas
del Sindicato fueron oscuras, agravada la situación por la penuria que provocó la
guerra civil, el racionamiento, la recesión en las ventas, los bajos salarios que se
pagaban, etc... Muchos socios vendieron fuera del Sindicato acuciados por la necesidad,
y fueron expulsados. Hubo momentos de stocks, de tasación del trabajo, de
dificultades en la comercialización y de verse obligados a trabajar con la escasa calidad
de la materia prima que proporcionaba el Sindicato en alguna ocasión.
No obstante, durante su etapa de mayor actividad, el trabajo del esparto supuso para
las familias pobres un complemento al flaco jornal, sobretodo en los meses de invierno,
cuando escaseaban las faenas agrícolas en las que ocuparse. Todos los miembros
de la familia se dedicaban a esta tarea. Los hombres cosían lo que las mujeres
hilaban, y los niños aprendían a majar e hilar desde muy pequeños. La jornada de
trabajo del hombre de la casa era continua durante todo el día, pues al regresar del
campo había que dedicar tiempo a la elaboración de género para el Sindicato. Por su
parte las mujeres criaban a los hijos, se encargaban de las tareas del hogar e hilaban,
y si la necesidad era grande, trabajaban en el servicio doméstico.
El pan era el alimento básico. En todas las casas criaban aves, que sacrificaban en
las fiestas locales. Los domingos era costumbre comer garbanzos de vigilia. Poco
más variaba el menú: habas, sopas de ajo, huevos, berza, carne de cerdo -quien
podía permitirse criarlo en casa-, café de achicoria, postre de uvas y frutas del tiempo,
pescado barato (bacalao salado, chicharro, angulas de entonces...) traído a la localidad
por vendedores ambulantes desde los puertos secos (pueblos con estación de
ferrocarril). En la época del racionamiento proliferó el estraperlo, la ocultación de
trigo, la molienda en casa y a escondidas, y el mercado negro. En la tienda cooperativa
los socios del Sindiato compraban víveres con un descuento y bonificación
porcentual que se hacía extensiva a final de año.
Las necesidades básicas para la vida consistían en disponer de alimentos y de vivienda.
La más habitual por su reducido coste era la cueva, aprovechando las pendientes
del terreno yesoso de Sesma, y excavando nuevas habitaciones conforme aumentaba
la prole, trabajo que hacían ellos mismos después de faenar en el campo. Se
formaron dos barrios populosos de cuevas en la localidad, pues la gran mayoría de
las familias que allí habitaban eran numerosas.
También era imprescindible al acopio de leña de matorral para cocinar en fogales o
cocinas económicas, y calentar la vivienda con braseros, calentadores y ruejos
(piedras de río). El agua se recogía en balsas locales o se compraba a aguadores del
Ebro, que subían a vender cántaros en borricos desde Lodosa. La red de abastecimiento
de aguas comenzó a construirse durante la vigencia de la II Republica, en
1934.
Otro gasto necesario era el dedicado a la vestimenta, siempre sencilla y humilde, con
un traje de diario y otro de fiesta. Los jueves de mercado de Estella eran momento
propicio para adquirir telas con las que las modistas hacían vestidos, abrigos, pantalones,
chaquetas, etc. Las mujeres aprendían paño de labor desde la escuela, cosían
y remendaban, lavaban en el lavadero municipal, y hacían la colada cada cierto
tiempo. Estos lugares de trabajo diario, lavaderos, calles y establos donde hilar, eran
puntos de reunión y conversación, lo que generaba una vida intensa de vecindad y
relaciones sociales, y una identidad localista que en la actualidad va desapareciendo.
Los hombres disponían para su asueto de tabernas y del café del Círculo Católico,
donde entraban como socios desde que cumplían los catorce años. Allá acostumbraban
a jugar a las cartas o a leer el que tenía afición. En los días señalados tocaba un
pianista y de vez en cuando se celebraban veladas teatrales protagonizadas por las
jóvenes de la localidad.
Los actos religiosos, misas, rosarios y procesiones, eran celebraciones a las que no
faltaba ningún parroquiano. Esta mentalidad de costumbres tradicionales y religiosas
impregnaba la vida en el mundo rural. Sin embargo, la conciencia social del jornalero
emerge de su experiencia de vida, una vida dedicada de lleno al trabajo, que le libraba
a duras penas de pasar necesidades. Su testimonio es el mejor relato de lo que
fue el trabajo del esparto en Sesma: "El esparto fue pan para los pobres".
Mª José Sagasti Lacalle
Javier Dronda Martínez
CRONOLOGÍA
Almuza:
Los primeros pobladores conocidos
de lo que hoy es el término de
Sesma no se situaron en el actual
núcleo de población, sino que lo
hicieron en el cerro donde está la
ermita de Almuza, en el cual se
halló un yacimiento arqueológico
donde se recogieron materiales
que se remontan hasta la Edad de
Bronce.
Orígenes:
El origen de Sesma se encuentra
en la repoblación emprendida por
el rey de Pamplona García Ramírez
el Restaurador, a mediados del
siglo XII. En 1377 el rey Carlos II el
Malo dio el lugar al Señor de los
Arellano, a quien los sesmeros
debían pagar diversas rentas en
dinero, trigo y cebada. Esos cereales
eran la base de la alimentación
de los vecinos, quienes solicitaron
infructuosamente un pago menos
excesivo. Ante tal situación de
miseria, muchos optaron por abandonar
la localidad, que quedó casi
despoblada. A partir de 1424, la
villa pasó a formar parte del condado
de Lerín
Edad Moderna:
El sistema señorial continuó durante
toda la Edad Moderna y los habitantes
de Sesma tuvieron que continuar
pagando pechas al conde de
Lerín, que desde el siglo XVI había
quedado ligado al ducado de Alba.
Tras la ocupación francesa de
1808-1812, al igual que otros
muchos pueblos navarros, Sesma
se negó a continuar pagando esos
tributos, pero el duque de Alba
denunció al pueblo, ganó el pleito y
el Ayuntamiento tuvo que poner en
arriendo parte de algunas tierras
comunales para poder pagarle.
Principios de Siglo XX:
El problema comunal era la clave
de una conflictividad social que
durante los años diez se reflejó en
varios incidentes. La mayoría de la
población sesmera seguía sometida
a unas condiciones de vida
extremadamente duras, tanto que
bastantes vecinos optaban por
emigrar. Tierra muy seca y sin
regadío, era considerado uno de
los pueblos más pobres de la zona,
donde se decía como una maldición:
"¡A Sesma te cases!".
La esperanza republicana:
Durante la II República, la democratización
y las promesas de
reforma agraria permitieron albergar
algo de optimismo por un
cambio en dicha situación, pero el
golpe de Estado de 1936 dio al
traste con toda reforma que amenazase
el orden social vigente.
Dictadura franquista:
La situación de pobreza de la
mayoría del pueblo continuaría
durante la dictadura, al menos
hasta las transformaciones económicas
que se produjeron a partir de
los años sesenta.
Vuelta a la democracia:
Cuando el país recuperó la democracia,
la realidad socio-económica
del pueblo tenía ya poco que ver
con la de antaño. La economía se
fue modernizado gracias a los
cambios introducidos en la agricultura
(nuevos cultivos como el espárrago,
y, más tarde, nuevas técnicas
de cultivo como los invernaderos)
y al desarrollo de otros sectores
económicos, destacando especialmente
la creación del polígono
industrial junto al núcleo urbano.